miércoles, 11 de julio de 2012

Un día cualquiera.
Hoy es un día de julio cualquiera. En la Argentina que sufro y vivo.
Y muy especialmente en la Escuela donde mas que mal-mal que mal- doy clases.
Y las doy,  de todo lo que se, y me pergueñé en sabiduría en duros días de sol, de frío y
de oquedades, y en donde durante 20 o 25 años, paso a paso, me fui haciendo de
quien soy.
Tengo como ganancia conocimientos sin apuntes, y tengo como ejercicio la sabiduría
del cada rato, de todo lo que no se. Se cuando no se. Ese es mi punto.
Y adhiero a M. Caparrós en su blog de hoy, cuando dice claramente lo que yo
tardo tanto: "Me parece que pataleamos en el mismo barro, que repetimos 
las mismas tonterías, que lo que se puede decir ya ha sido dicho". 
"Aceptar que no tenemos nada que hacer ni que decir, que somos un 
fracaso sostenido –y buscar con desesperación, con cierta rabia, ideas distintas"
Es exactamente eso lo que nos pasa. Nos pasa cuando, hoy en clase, compruebo-y van..-
que en general no importa el como, sino la coyuntura y salir del  paso, aún sin saber nada
de lo que se está expresando. Y entonces como "buen" argentino que se es, 
pelean, gritan, y se sienten atacados y vulnerados.
No conozco peor persona que el que no sabe que no sabe. Y perdonen 
los juegos de palabras. Me parece indispensable volver a las cosas.
Aún recordando a Ortega y Gasset. 
Por favor, vengo de recorrer la ciudad en busca de tinta de impresión para la impresora,
y no hay, vengo de dar clases en busca de la necesidad de mi. De aprehender de mi.
Y nada de ello a ocurrido. Que mañana sea pronto. Y rápido.