domingo, 15 de febrero de 2009

Los Paisajes de mi vida

Los Paisajes de mi vida



Toda mi alegría para el nuevo nietito que se viene, llamado Francesco.

Bienvenido¡
Los recursos paisajísticos son uno de los tesoros mas
preciados a la hora de cualificar a las ciudades.
La ciudad en donde vivo parece tenerlos en forma inagotable.
Una costanera extendida, que abarca buena parte de su
circunvalación de sur a norte, otorga a Rosario un majestuoso
paisaje cultural, basado en buena parte en el paisaje natural del río Paraná
y las visiones de las islas entrerrianas.
La correcta utilización de estos recursos, es a la hora de
justipreciar a una administración pública,un hecho destacable.
Las visiones de la costa rosarina, con su reciente forestación
del Parque La Tablada, desde las calles Lamadrid hasta
el Br. 27 de Febrero, y su completamiento cuando en el año
en curso, comiencen a construirse las huertas comunitarias
en 43700 m2, refundando la ciudad social, en medio de paseos
de ciclovìas y recorridos peatonales bajo
arboledas de exuberantes frondas, dará marco estético
al arrivo de la ciudad “granero”.
En el curso de esta misma costa, se enlazan las barrancas
del parque Urquiza, forradas literalmente de bignonias
rosadas (Podranea ricasoliana), con el Parque cívico a la
Bandera Nacional, en donde los Palos Borrachos
marcan y cobijan las caminatas aceleradas de las prácticas
gimnásticas y las otras mas acompasadas a las amables charlas.
La costa a partir del Parque España, toma fuerza y el ambiente
se hace balcón y asombro del que lo surca.
Los atardeceres vistos desde las escalinatas del Parque
del Arq. Oriol Bohigas, son un clásico en la predilección de habitantes y foráneos.
Conviven ahí en amable diálogo las golondrinas de altos vuelos,
los pescadores, los recién casados y sus fotógrafos, y hasta
las escurridizas iguanas, y las tortugas desmayadas al sol,
en los bordes de los clubes de pesca.
La costa ahí se “hace” palmera, la Phoenix Canariensis
 (en franco homenaje a la madre patria)
marca filas y el rumbo de las caminatas y carreras de los
 rosarinos veloces, en ruta hacia donde el paisaje se hace lento en pos
de terracitas de café, andenes con mesas y manteles,
y el apuro queda encerrado en cubo de cristal y esfuerzos gimnàsticos,
en donde la calle Pte .Roca se hunde en el río.
Ahí los álamos de punta afilada (Populus nigra) parecen señalar las nubes
y marcan entradas, a los que pasan presurosos buscando los enormes
8 cilindros coloridos del Museo de Arte Contemporáneo(MACRO)
pertenecientes al viejo silo Davis, del Arq. De Lorenzi.,
en medio del Parque Sunchales.
Las visiones de ese largo y apabullante recorrido, no dejan de
mostrar el Puente Rosario-Victoria, los enormes barcos cargueros,
y los numerosos y felices navegantes rosarinos.
En otra zona, apuntando al desarrollo barrial, el Parque Hipolito Irigoyen
de próxima inauguración, comienza a desenrollar la madeja, con un paisaje
diseñado desde la perspectiva del barrio que lo cupe, ahondando
en los símbolos del camino de ladrillo y de pérgolas etéreas,
para unir sentimientos y voluntades, de vecinos orgullosos de clubes y veredas.
Entre Buenos Aires y Alem, y entre Rueda y Galvez, con suerte, habrá fiesta.
Rosario se ha hecho adulta, y hoy parece que la vida “le ríe y canta”, en su esmerada lucha
de los últimos años en pos de una vida mas ética y estética para todos.
Que así sea.