Desde el año pasado, 2009, estamos en Laprida al 1500, de Rosario.
Un edificio de glorias pasadas, donde funciona una casi inexistente
y misteriosa Escuela de Carpintería, de hermosos salones
y herramientas ad hoc.
El pasaje fue, sin demasiada pena por los alumnos, y mucho menos gloria,
ya que no parece ser una característica de los mismos
el compromiso con la institución.
La Escuela dedicada a la resolución de la problemática urbana privada
y pública de los espacios del encuentro
y del goce de la mirada, se debate en su razón de ser sin encontrar
la fórmula que comprometa y atrape.
Los Paisajistas aspirantes siguen siendo en sus comienzos, numerosos
y entusiastas. Hasta que comienza el difícil intento de liarse con las
metodologías del estudio del diseño y en particular las del paisaje, tan
especiales en su comprensión.
Urge que la Escuela encuentre su "propio paisaje" interno, difícil y al
mismo tiempo posible aventura, de formar personas sensibles capaces
de relacionar-se con las otras profesiones que se ocupan del espacio exterior.