En medio de las presiones obvias, de las entregas, y finales,
los chicos/as dieron lo que mejor pudieron para completar la fantasía,
a veces frustrante, de lo que debería ser el festejo de una año cumplido.
Esta vez logramos juntar gente de los tres cursos, y con alcancía conciliatoria:
hubo pancitos macrobióticos, tragos "de la Noche" -vermout y cola-
y amable sencillez en discursos, y entrega de diplomas.
Una buena señora con una sonrisa, ante mi llamado firme a sentarse a alguno
de los muchachos, para comienzo de ceremonia; me dijo: no me lo trate mal a mi pimpollo
que es un solcito¡¡. Y pensé que sí, que todos debían, deberían en realidad, ser
eso, pequeños grandes solcitos que a veces se dan luz a si mismos,
y en otras se cubren de nubes y de tormentas. De la que solo ellos pueden salir.
Se me ocurre, que la persistencia es solo una parte del camino.
El enojo es otra, y la incomparable capacidad archi-demostrada del ser humano,
de pararse sobre el propio error, reparar y avanzar. Y seguir hasta la verdadera fiesta:
concluir etapas, constituirse en personas enteras, trabajando en algo que dé placer.
Hay quien si y quien no. Como bien se sabe. Pero lo esencial- que no siempre
es invisible a los ojos- radica en este continuo terminar para volver a empezar.
Así que la fiesta es interminable, siempre habrá una mejor, otra, esperándonos.
A esa apuntaremos.
noviembre de 2011
Escuela de Diseño del Paisaje de Rosario
los chicos/as dieron lo que mejor pudieron para completar la fantasía,
a veces frustrante, de lo que debería ser el festejo de una año cumplido.
Esta vez logramos juntar gente de los tres cursos, y con alcancía conciliatoria:
hubo pancitos macrobióticos, tragos "de la Noche" -vermout y cola-
y amable sencillez en discursos, y entrega de diplomas.
Una buena señora con una sonrisa, ante mi llamado firme a sentarse a alguno
de los muchachos, para comienzo de ceremonia; me dijo: no me lo trate mal a mi pimpollo
que es un solcito¡¡. Y pensé que sí, que todos debían, deberían en realidad, ser
eso, pequeños grandes solcitos que a veces se dan luz a si mismos,
y en otras se cubren de nubes y de tormentas. De la que solo ellos pueden salir.
Se me ocurre, que la persistencia es solo una parte del camino.
El enojo es otra, y la incomparable capacidad archi-demostrada del ser humano,
de pararse sobre el propio error, reparar y avanzar. Y seguir hasta la verdadera fiesta:
concluir etapas, constituirse en personas enteras, trabajando en algo que dé placer.
Hay quien si y quien no. Como bien se sabe. Pero lo esencial- que no siempre
es invisible a los ojos- radica en este continuo terminar para volver a empezar.
Así que la fiesta es interminable, siempre habrá una mejor, otra, esperándonos.
A esa apuntaremos.
noviembre de 2011
Escuela de Diseño del Paisaje de Rosario
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